Los programas contra la pobreza pueden ayudar a reducir las disparidades en el desarrollo cerebral y la aparición de síntomas de salud mental en los niños

Un estudio de los NIH identifica el valor potencial de los programas de apoyo financiero para disminuir el impacto de las desigualdades socioeconómicas en la salud

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Un grupo diverso de seis niños haciendo arte ambiental al aire libre con un adulto.
©Getty Images/Alistair Berg

Los estados que ofrecen redes de seguridad social más sólidas presentan una menor disparidad socioeconómica en el desarrollo cerebral y la salud mental de los niños de 9 a 11 años, según una investigación apoyada por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por su sigla en inglés) de los Institutos Nacionales de la Salud. La disparidad en la estructura cerebral entre los niños de hogares con ingresos altos en comparación con los hogares con ingresos bajos fue más de un tercio menor en los estados con mayor asistencia económica en comparación con los estados con menos asistencia, y en los estados que ofrecen más asistencia, la disparidad en los síntomas de salud mental se redujo casi a la mitad.

El estudio, publicado en Nature Communications, destaca el impacto que las desigualdades socioeconómicas pueden tener en el desarrollo cerebral de un niño, pero también demuestra que esta brecha puede ser mitigado a través de programas estatales contra la pobreza, como el Crédito Fiscal por Ingreso del Trabajo, la Asistencia Temporal para Familias Necesitadas y Medicaid.

Los descubrimientos reflejan los datos del Estudio sobre el Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente (ABCD Study, por su sigla en inglés), un estudio de gran tamaño y con múltiples sedes, dirigido por el NIDA. Investigadores de la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts, y de la Universidad de Washington en St. Louis, analizaron datos del Estudio ABCD que incluían a más de 10.000 jóvenes de 17 estados que tienen diferencias en cuanto al coste de la vida y las políticas contra la pobreza.

Cada vez hay más pruebas que demuestran que los niños de familias con ingresos más bajos presentan un menor volumen del hipocampo en comparación con los niños de familias con ingresos más altos. El hipocampo desempeña una función esencial en la memoria y el aprendizaje emocional.

"Varios estudios han descubierto asociaciones entre los cambios cerebrales mostrados en esta investigación y consecuencias significativas como las bajas calificaciones en los exámenes, la falta de preparación para la escuela y los factores de riesgo para los trastornos del estado de ánimo", afirmó la doctora Nora Volkow, directora del NIDA. "Investigar los factores políticos que están relacionados con el desarrollo del cerebro y la salud mental es una parte importante para comprender mejor las desigualdades que afectan a la salud de las personas a lo largo de su vida, empezando en los periodos críticos de su desarrollo."

Reproduciendo descubrimientos de estudios más pequeños, el equipo de investigación primero comprobó que los ingresos familiares más bajos están relacionados con un menor volumen del hipocampo y una mayor presencia de síntomas de trastornos mentales como la ansiedad, la depresión, la agresividad, la impulsividad y la falta de atención entre los participantes de 9 a 11 años. Esperaban que estas disparidades entre las familias con ingresos altos en comparación con las familias con ingresos bajos fueran más evidentes en los estados donde el coste de la vida es más elevado, lo que supone una presión adicional para los hogares con ingresos bajos.

Según lo previsto, las diferencias en el volumen del hipocampo entre los niños de familias con ingresos altos y bajos fueron mayores en los estados con un coste de la vida más elevado. La disponibilidad y el valor de los beneficios de los programas de asistencia monetaria en los estados con un coste de vida más elevado redujeron esta disparidad en un 34% y, de forma similar, en los estados con ampliación de Medicaid, la disparidad se redujo en un 43%. En general, los estados con un coste de vida más elevado y programas contra la pobreza presentaban brechas menores en cuanto a las diferencias asociadas a los ingresos en la estructura cerebral. Se observaron niveles similares en los estados con el coste de vida más bajo.

Además, la disparidad asociada a los ingresos en algunos síntomas de salud mental como la ansiedad y la depresión fue un 48% menor en los estados caros con mayores prestaciones económicas en comparación con los estados con menores prestaciones económicas. Esta tendencia siguió siendo significativa cuando se controlaron numerosas características sociales, económicas y políticas a nivel estatal, como la densidad de población, la equidad educativa, las tasas de encarcelamiento y la equidad de género.

"La asociación entre la estructura cerebral y un entorno con pocos recursos no es inevitable", afirma el doctor David Weissman, autor del estudio y becario postdoctoral del Laboratorio de Estrés y Desarrollo de la Universidad de Harvard. "Los cerebros de los niños están experimentando un desarrollo sustancial y tienen una mayor plasticidad o capacidad para seguir cambiando dependiendo de su entorno. Estos datos sugieren que las políticas y los programas que trabajan para reducir las desigualdades sociales y de salud pueden llegar directamente a los niños de entornos con desventajas y ayudar a apoyar su salud mental."

Weissman y su equipo -que incluía a la doctora Katie McLaughlin, Ph.D., el doctor Mark Hatzenbuehler y la doctora Mina Cikara, de Harvard, y la doctora Deanna Barch, de la Universidad Washington de St. Louis- también destacan que este estudio es correlacional y que hay muchos otros factores a tener en cuenta para determinar con exactitud por qué existen disparidades en el desarrollo cerebral y la salud mental a lo largo de los distintos niveles de ingresos. En futuras investigaciones, esperan explorar los efectos de las intervenciones experimentales de ayuda económica, así como otros cambios políticos en el mundo, para consultar su relación con las diferencias en la salud mental y la estructura cerebral de los niños.

El Estudio sobre el Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente y el Estudio ABCD son marcas de servicio registradas y marcas comerciales, respectivamente, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos.

Este estudio también fue apoyado por El Instituto Nacional de la Salud Mental.


Para obtener más información sobre los programas de tratamiento de drogas y salud mental disponibles en su área, llame a la línea nacional de ayuda gratuita y confidencial 1-800-662-HELP (4357) o visite www.FindTreatment.gov. (en inglés).

Referencia:

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Acerca del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA): El NIDA es parte de los Institutos Nacionales de la Salud, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. El NIDA apoya la mayor parte de la investigación a nivel mundial sobre los aspectos de salud relacionados con el consumo de drogas y la adicción. El Instituto lleva a cabo una gran variedad de programas para informar a la política, mejorar la práctica y avanzar en la ciencia de la adicción. Para más información sobre el NIDA y sus programas, visite www.nida.nih.gov/es/.

Acerca de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH): Los NIH, la agencia de investigación médica del país incluye 27 Institutos y Centros y es un componente del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. Los NIH son la agencia federal principal que conduce y apoya la investigación médica básica, clínica y traslacional, y están investigando las causas, los tratamientos y las curas de enfermedades tanto comunes como raras. Para más información sobre los NIH y sus programas, visite salud.nih.gov.

Acerca de los trastornos por consumo de sustancias: Los trastornos por consumo de sustancias son afecciones crónicas y tratables de las cuales las personas se pueden recuperar. En 2021, más de 46 millones de personas en los Estados Unidos padecían de al menos un trastorno por consumo de sustancias. Los trastornos por consumo de sustancias se definen en parte por el consumo continuado de sustancias a pesar de las consecuencias negativas. También es un trastorno recurrente, en el que los periodos de abstinencia (no consumir sustancias) pueden ir seguidos por un regreso al consumo. El estigma puede hacer que las personas con trastornos por consumo de sustancias sean menos propensas a buscar tratamiento. Utilizar el lenguaje preferido puede ayudar a informar con precisión sobre el consumo de sustancias y la adicción. Vea la guía del NIDA disponible en línea.

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