Los servicios de jeringas benefician a las personas que se inyectan drogas y a sus comunidades de varias maneras.
Compartir o reutilizar material de inyección está asociado con un mayor riesgo de propagación de enfermedades de transmisión sanguínea —algunas potencialmente fatales, como la endocarditis infecciosa (en inglés), el VIH, la hepatitis B y la hepatitis C— y de infecciones cutáneas o de tejidos blandos.6,7 Al proveer equipos de inyección estériles, los programas de servicios de jeringas buscan reducir la transmisión de enfermedades infecciosas. Los servicios de jeringas salvan vidas y pueden reducir marcadamente la transmisión de la hepatitis C y terminar eficazmente con los brotes de VIH, especialmente cuando se combinan con medicamentos para tratar el trastorno por consumo de opioides.8,9 En Estados Unidos, los expertos señalan estos programas como especialmente críticos para evitar la propagación comunitaria del VIH y abordar la interconexión entre la crisis de salud pública del consumo de opioides y el VIH.10
Muchos de los programas de servicios de jeringas proveen servicios adicionales, entre ellos la distribución de naloxona (un medicamento para revertir la sobredosis), intervenciones de pruebas y prevención del VIH y la hepatitis C, vacunación, y derivaciones para el tratamiento del consumo de drogas y otros cuidados de la salud. Estas estrategias integrales tienen como resultado mejores desenlaces del consumo de drogas para quienes consumen drogas inyectables y pueden mejorar la salud general de las comunidades en las que operan los programas.11