La heroína es una droga opioide sumamente adictiva y su consumo tiene repercusiones que se extienden más allá de la persona que la consume. Las consecuencias médicas y sociales del consumo de drogas—como la hepatitis, el VIH y el sida, los efectos sobre el feto, la actividad delictiva, la violencia y los problemas en el entorno familiar, laboral y educativo— tienen un impacto devastador en la sociedad y cuestan miles de millones de dólares cada año.
Si bien el consumo de heroína entre la población general es más bien bajo, la cantidad de personas que comienzan a consumir heroína ha estado en constante aumento desde el año 2007.1 Esto puede deberse en parte a una transición del abuso de analgésicos recetados al consumo de heroína como una alternativa más barata y de fácil acceso2-5, y al concepto equivocado de que la heroína pura no es tan riesgosa como otras formas menos puras de la droga porque no es necesario inyectarla.
Al igual que muchas otras enfermedades crónicas, el trastorno por el consumo de drogas es tratable. Hay medicamentos disponibles para tratar el trastorno por el consumo de heroína y reducir el deseo intenso de consumir la droga y los síntomas de abstinencia, lo que aumenta las posibilidades de lograr efectivamente la abstinencia. Actualmente hay varios medicamentos que se pueden ajustar y adaptar a las necesidades específicas de recuperación de cada persona, al tiempo que se toman en cuenta los trastornos de salud concurrentes. La combinación de medicamentos con terapias conductuales es particularmente eficaz y ofrece esperanza para quienes sufren de trastornos por el consumo de drogas y para quienes los rodean.