Adicción al tabaco – Reporte de investigación
Introducción

En 2014, se cumplieron 50 años de la publicación del primer informe de la Dirección General de Servicios de Salud sobre el consumo de tabaco y la salud. En 1964, más del 40% de la población adulta fumaba. Una vez que la relación entre el consumo de tabaco y las consecuencias médicas —como distintos tipos de cáncer y enfermedades cardíacas y pulmonares— se arraigaron en la opinión colectiva, se introdujeron cambios en materia de educación y de políticas públicas para reducir el número de personas que fuman. Como resultado de estas iniciativas se logró reducir en forma notable las tasas de tabaquismo en los Estados Unidos, que llegaron a la mitad del nivel que tenían en 1964.1

Sin embargo, el consumo de cigarrillos y de otros tipos de tabaco sigue siendo demasiado alto,2 y algunas poblaciones sufren desproporcionadamente las consecuencias del tabaco en la salud. Cabe observar que las personas con trastornos mentales —incluidas las que consumen drogas— fuman más que la población en general.3–6 Además, las personas que viven por debajo de la línea de pobreza y las que tienen formación educativa baja son más proclives a fumar que la población general. Si bien el consumo de tabaco es una de las principales causas prevenibles de muerte en los Estados Unidos,1 las diferencias en el consumo de cigarrillos y de otros productos de tabaco son una causa importante de las disparidades de salud entre algunas de las personas más vulnerables de nuestra sociedad.